Una madre prefiere parir a su serpiente que a su retoño.

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martes, 20 de marzo de 2012

A realizar, y que no se me olvide.

Método Nendo Dango; ya lo explicaré con fotos. ¡Que no se me olvide!

Eccinoccio.

Harusame ya
mono kakanu mi no
aware naru.

martes, 13 de marzo de 2012

No todo el fuego es infernal.

· Devoraba los cigarrillos, uno detrás de otro. El humo comenzaba a llenar la habitación, cerrada a cal y canto. Mientras su piel se ahogaba, ella estaba tumbada boca arriba en la cama, con el vestido que compró ayer. El dependiente le dijo que estaba preciosa con él puesto. Quería terminar así: preciosa. Se había pintado los labios del color del fuego, pasionales, para un último adiós. La ventana pedía a gritos ser abierta, dejar pasar la brisa, pero ella se negaba a escucharla. Sentía en sus pulmones el fuego de la nicotina, la punzada de la soledad y la ausencia de algo que creía conocer. Bailó con muchos hombres, e intentó de veras que consiguieran enamorarla.

Primero fueron jóvenes, inexpertos. Algunos todavía mantenían huellas de su acné. Bebían sin saber por qué, se besaban a escondidas y hacían el amor torpemente. Ellos retozaban como cerdos, mientras ella se dejaba hacer, esperando sentir mariposas. Uno detrás de otro, cada semana. La llamaron de guarra para arriba, pero a ella le importaba poco; ¿qué sabían ellos de sus razones?
Ya crecida, se interesó por aquellos bohemios, los del teatro, los de la poesía, los de la cultura. Pasaban las noches recitándose suspiros al oído y disfrutando de bebidas inteligentes. Hubo un artista de la pintura, que siempre la pintaba desnuda. Otro fue actor para ella. Hubo poetas de mala muerte, y aquellos que por no ser, no fueron nada, pero qué bien mentían. El amor ahora se volvía más divertido, pero nunca fue algo para recordar en momentos de debilidad.
Superó esa época, y, aún sin rumbo, comenzó a buscar al hombre con el que quería pasar el resto de los días. Seguía escotada, mostrando sus virtudes, pero mostraba una actitud más maternal. Se enternecía por aquellas parejas con hijos, por aquellos que pintan su casa juntos, incluso por las odiosas hipotecas compartidas. Bebía, fumaba, alguna vez llegó a drogarse. Conoció hombres, muchísimos. Un mecánico que leía a Shakespeare; un pobre parado sin estudios que la amaba hasta la médula; un abogado sin escrúpulos, pero que le compraba joyas; un chico de gimnasio que la protegía siempre, le cogía la cintura y le besaba el cuello con fuerza, pero con seguridad; un frutero joven, sin experiencia, que tocaba el saxofón; un cleptómano; un escritor; un periodista; hubo decenas, incluso cientos; e incluso alguna que otra mujer.

¿Sirvió de algo? No, claro que no. Sólo aumentaron esa sensación de fogosa ausencia en su pecho. Los cigarros no eran nada para ella, no podían hacerle daño; la vida quemaba más.
Alargó la mano, cogió la botella de vodka blanco y la lanzó contra la pared, junto a la cortina de color crema. Humo, y olor a alcohol. No esperaba nada más de la vida, así que lanzó el cigarro a la pared borracha.
El tiempo aceleró, y ella ocultó su mente en la oscuridad, dejando que su cuerpo marchara a cámara lenta. Sus latidos descendieron, y sus ojos miraban al infinito. Su mano reposaba en el pecho, notando como la respiración era pausada y monótona.
Fuera de ella, el fuego comenzaba a aislarla. Ahora había mucho más humo, claro. Las paredes comenzaron a volverse negras como la pez, las cortinas prendieron, el armario se tornó rojo. Ella, en el centro de la habitación, seguía mirando al infinito.

Pasaron minutos, largos minutos; ella creyó incluso que pasó una hora. Nada menos de la realidad. Su vecina, aquella vieja cotilla, observó como las cortinas ardían, y llamó a emergencias. En pocos minutos los bomberos estaban allí. El parque de éstos se encontraba a tan sólo unas calles.
Pero el fuego ya había comenzado a alcanzar el edredón. Ella, intoxicada de humo, casi dormía plácidamente.
Unos brazos la agarraron, y con fuerza, la sacaron de su pequeño infierno.
Y, a cámara lenta, miró hacia arriba. Justo en ese instante pasaban por debajo de una lámpara, y el destello de ésta dibujó una bella escena de fondo sobre el rostro de aquel bombero. Sus ojos brillaban, no tenía miedo. Maravillada, no podía parar de mirarle mientras él la sacaba del edificio.
Al notar el frío de la noche, arrancó de sus labios, tóxicos, débiles, drogados y pintados de rojo, una pregunta:
- ¿Por qué estás aquí?
- Para salvarte -respondió él mientras sonreía.

Aitor.

domingo, 4 de marzo de 2012

Busco margaritas blancas.

Margaritas blancas, en cualquier lugar. Violines, trágicos. Ilusiones que no se pueden ver, que no se pueden tocar. Pensamientos compartidos, sombras palpables. Cambios.
¿Lo conseguiré? Sí, por mis cojones.

jueves, 1 de marzo de 2012

Un sabio...

... se puso delante de un escenario, y contó un chiste. Todo el mundo se empezó a reír.
Al poco, contó el mismo chiste, pero esta vez menos gente rió. Contó el chiste una y otra vez, hasta que nadie se reía del chiste.
Sonrió y dijo: No puedes reírte de una broma una y otra vez, entonces, ¿por qué lloras por lo mismo una y otra vez?

lunes, 27 de febrero de 2012

Twitter.

Me da igual que no tengáis Twitter, os animo a que sigáis a @ProfesorPokemon.
El jueves pasado me aburría; ¿qué hacer para combatir el aburrimiento? Pues crearle un Twitter al profesor Oak.

Ale, a seguirlo y seguirme y de todo.

jueves, 23 de febrero de 2012

10 palabras que me gustan.

Hace tiempo que intento mejorar mi blog; añadiendo gadgets, páginas (como los motivos, los haikus y las imágenes para pensar). Añadí el otro día una lista de 10 palabras bonitas, pero no expliqué por qué me gustan.
Pido deliberadamente que se pronuncien las palabras en voz alta, con extremo cuidado, disfrutando de su pronunciación.
Ahí va la lista (no tiene orden de preferencia):

1. Azahar.

Qué palabra tan curiosa, ¿no? Todas sus vocales son la misma, además de que es relativamente larga para las pocas consonantes que se pronuncian del todo. Azahar. Tu boca parece nunca cerrarse. La zeta es una extensión entre las dos A, mientras que la hache, muda, provoca que la tercera A deba salir impulsada por tu garganta para poder ser notada.
Es una sensación casi erótica, lasciva. Como si le pidieras a alguien tener sexo, de una forma tan sensual y dulce, como si tuvieras una flor en la boca.

2. Libélula.

Muchas eles. La repetición de la ele siempre me ha gustado, me ha resultado graciosa. Aquí, su repetición, unida a esa be que parece que no quiera estar ahí, se vuelve elegante. Lentamente, susurra la palabra. Es graciosa, cómica, pero tiene ese no-sé-qué que la hace elegante, fina y delicada, como una verdadera libélula.

3. Gorgorito.

La propia palabra parece estar pronunciada por su propio significado. Gorgorito. Es como si echaras la cabeza hacia atrás, y, llena de agua la boca, pronunciaras la palabra. La unión de la ge con la erre siempre provoca un recuerdo francés en la boca, como si te creyeras la pequeña gorrioncilla.
Para terminar, -ito. Ese sufijo que vuelve las cosas pequeñas, que las vuelve dulces e inocentes.

4. Boreal.

¿Qué hay más hermoso que imaginar una aurora boreal al tiempo que disfrutas de su pronunciación? Porque sí, aurora es una palabra hermosa. Vocales, erres suaves que no hacen más que acompañar a las vocales, sin quitarles importancia. Pero, ¿es la palabra lo importante? No; aurora proporciona dulzura. Pero boreal, la palabra boreal, fuerte y bella, pequeña, frágil, y a la vez, grande; es boreal la palabra que proporciona la grandiosidad a las auroras boreales.

5. Albedrío.

Palabra difícil; tanto, incluso, que muy posiblemente la primera vez que la pronuncias después de escucharla se te hace raro, como si esa palabra estuviera mal escrita. Tantas consonantes juntas, y tan extraña combinación: ele y be. Además, claro, de la dificultad de la de y la erre.
Pero ahí recae su belleza, en su extraña existencia. Quien inventó la palabra seguramente no sabría que había creado una obra maestra.

6. Ronronear.

Al igual que gorgorito, su pronunciación se basa en ella misma. Ronronear; no es posible pronunciarla sin ronronear.
Además, la repetición de su primera sílaba forma un sonido tan cómico, tan ocioso, que sólo con decirla en voz alta sonríes. Las erres, siempre impregnadas de un sentimiento de fuerza, aquí cobran otro muy distinto: el sentimiento de la suavidad, del descanso, de la relajación de la garganta.

7. Relámpago.

Grandísima esdrújula. Su primera a, acentuada, forma una cima en la palabra que las siguientes silabas no pueden superar, formando un tobogán en la boca de aquel que la pronuncia. Relámpago. Asciendes la voz aún sin querer, tu mente se vuelve fuerte, centelleante; cobras tú mismo la fuerza propia del relámpago.
Al terminar de pronunciarla, su eco resuena como una bomba sónica, como si todavía no hubiera acabado.

8. Rimbombante.

Esta palabra me causa un dilema. Una gran persona me dijo una vez que le gustaba mucho la palabra, y a mí también me gustó (la palabra es maravillosa). Pero no fue hasta hace poco que descubrí que era de mis favoritas; entonces, ¿es así por su pronunciación, o quizás por la persona, la cual trae buenos recuerdos?
No lo sé.
Aún así, todo sea dicho, la palabra es fantástica. ¿Cómo podría pronunciarse una palabra que significa eso mismo, rimbombante? No es posible, ella es única. Las emes, las bes, la terminación -ante. Todo en ella es grandioso.

9. Fosforescente.

Siempre me han gustado las efes. Son tan fáciles de pronunciar, no muchas palabras las tienen, pero cuando lo hacen, pueden tener todos los significados posibles. Pueden ser dulces, como flauta. O fuertes, como fealdad. Duras, como frágil. Esperanzadoras, como felicidad; o simples, felices, como fresno.
Pero fosforescente, ¿qué es? Es dura, llena la boca. Pero también es dulce, como un susurro de un niño. La repetición de la efe le proporciona una pronunciación única, no muy común, que hace que brille con una luz, valga la redundancia, fosforescente.

10. Floritura.

¿He dicho ya que me gustan las efes? Creo que sí, algo me suena.
Esta palabra, hermosa, a la vez que anárquica, es un ejemplo claro del contraste entre la belleza y la crueldad, que muchas veces se dan la mano. La letras efe y ele, juntas, hacen que la lengua salte en la boca, abriendo los labios para sacar de ellos una O; al tiempo que la te, la U, y la erre, aportan el contraste a la finura del comienzo de la palabra. Empieza dulce, termina dura. ¿Qué más se le puede pedir a una palabra?

PD. Nadie dice qué le parece mi disfraz de Rafiki, eh. Pues así s'us den una maldisión to' shula q'haga que una gitana t'ascupa en l'ojo.